Hay días en que te sientas delante del ordenador, abres tu programa de texto favorito y te dispones a escribir algo que te ha ocurrido, que te ha inspirado, llamado la atención o cualquier otra cosa que pase por tu cabeza y quieras plasmar en el procesador de texto. Y ahí estás tú, con una gran hoja en blanco y un cursor parpadeando incansablemente, listo para recibir las letras impresas en tu teclado y que conformarán la historia que quieres contar.
Aquellas personas que, como yo, ya tenemos una cierta edad, recordarán sin duda aquella imagen que se veía por las calles de todas las ciudades, en un día en concreto, en las cuales muchas personas deambulaban entre los ciudadanos con una especie de hucha metálica adornadas con unas cintas y que te colocaban una pegatina de color metálico en la solapa tras un donativo.
Es curioso cómo los seres humanos nos autosugestionamos con numerosos y variados asuntos que afectan a nuestras vidas. Una de estas fijaciones, por ejemplo, y aprovechando estas fechas, tiene que ver con el calendario.
El año 2020 está cerca de acabar. Ha sido un año diferente para incalculables personas. No voy a ponerme aquí a hacer un recordatorio de cómo ha sido este año, para eso estarán los medios de comunicación a fin de recordárnoslo.
El 10 de diciembre de 1948 se firmó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Mucho ha llovido desde entonces a todos niveles y en todo el mundo. Ahora bien, ¿creemos que aquella declaración de buenas intenciones es una realidad hoy en día y para todos los seres humanos?
Recuerdo un día cuando era pequeña, tendría unos doce años. Cogía el autobús con mi hermana, doce también, doce años mayor que yo. Y mientras viajábamos un hombre gritó porque mi hermana lo pisó. Yo me di cuenta que ella lo había hecho con la intención de hacerle daño. Me explicó que se había aprovechado de ella...
En 2007, las Naciones Unidas proclamaron el 20 de febrero como día Mundial de la Justicia Social pero, ¿qué significa este concepto o qué conceptos engloba? Entendemos principalmente los siguientes: igualdad social, igualdad de oportunidades, estado del bienestar, pobreza, distribución de la renta y derechos laborales.
Si podéis, os pido que cerréis los ojos y que penséis en un momento en que os hayáis sentido tranquilos, en paz con vosotros mismos, contentos de vivir e, incluso, con una sonrisa en los labios o, como mínimo, con la huella de la alegría en el corazón. Seguro que cada uno de vosotros pensará en una situación muy diferente. Ahora bien, me atrevería a afirmar que, en la mayoría de los casos, se tratará de pequeños instantes de la vida cotidiana en que el dinero, el status, y los “fuegos artificiales” no tienen nada a ver.
Lo admito, soy de aquel tipo de personas repelente poco amantes de las fechas señaladas; más concretamente, no celebro ninguna si no es porque le haga especial ilusión a alguien a quien quiero.
Vienen días tiernos, se acercan dulces y se convierten también en lágrimas de amor. No dejaba de pensar en ti, y entonces el amor iba cayendo cada día peor. Era el lío de un mar de dudas y despropósitos sin nada de gracia. Era una isla desierta de sentimientos, de emociones.
La memoria es algo curioso. Seguro que a más de uno le habrá pasado que no se acuerda de dónde ha dejado las llaves de casa, o dónde ha aparcado el coche, y en otras ocasiones, sin embargo, se acordará de cualquier acontecimiento que ocurrió hace un buen número de años. En mi caso, hay veces que si sigo una serie de televisión, de un capítulo a otro ya se me ha olvidado lo último que estaba haciendo el protagonista; o acabar de leer un capítulo de un libro y no acordarme de nada de lo que he leído. Y en cambio, me acuerdo perfectamente de cómo era mi vida en mi infancia y juventud.
El 20 de noviembre se celebra el Día Mundial de la Infancia y, desde estas líneas, creemos importante hacer una serie de reflexiones sobre este momento de la vida del ser humano.